Esto nos debe dar una lección sobre la velocidad a la que avanza la informática en general: de vuelta en 2008 se puso en línea por IBM una supercomputadora llamada RoadRunner, compuesta de 256 racks de servidor que cubrían unos 6,000 pies cuadrados; tenía unos 130,404 núcleos en procesadores Opteron; cada procesador estaba ligado a un procesador PowerXCell 8i, versión mejorada del procesador usado en el PlayStation 3; tenía 104 terabytes de memoria, así como 2 petabytes de almacenamiento. Todo eso se perderá dentro de poco, pues a pesar de que la RoadRunner sigue siendo una supercomputadora rápida: su desempeño máximo es de 1.456 petaflops, y es la 20a. en general en la lista de las más rápidas, ya no es tan eficiente. ¿Cuál es el problema? en pocas palabras, el consumo de energía: la RoadRunner requiere 2,435 kilowatts para generar 1.042 petaflops o lo que es lo mismo, 444 megaflops por watt; la siguiente en el ranking, la Oakleaf-FX de Tokyo, requiere 1,117 kilowatts para llegar a 1.043 petaflops – la mitad de la energía por el mismo desempeño. Y si llegamos hasta la cima, la Titan, la supercomputadora más rápida del mundo, llega a 17.6 petaflops consumiendo 8,209 kilowatts, es decir, 2,143 megaflops por watt, casi 5 veces más eficiente que una RoadRunner. Haciendo más cálculos y de acuerdo con las tarifas de los E.U., operar una RoadRunner cuesta unos USD $300 por hora, contra USD $60 de una Titan, lo que llevado a un costo anual es USD $2,600,000 contra USD $525,000…simple y sencillamente no hay comparación.
Vale la pena mencionar que, puesto que la RoadRunner se la pasó trabajando en cálculos de cosas clasificadas, será destruída haciéndola pedacitos, excepto ciertas partes que se conservarán por motivos históricos: quizás uno de ellos es que fue de las primeras supercomputadoras híbridas, debido al uso de los Opteron para procesamiento y de los Cells para aceleramiento.